Según este modelo, la gente puede ser clasificada en tipos. Los tipos son categorías distintas y discontinuas, como por ejemplo el género, ya que se es hombre o se es mujer, una de las dos. Esta idea puede remontarse hasta Hipócrates (~400 a.C.) y Galeno (~150 d.C.). Ambos trabajaron con la teoría de los cuatro humores, según la cual distinguían entre individuos coléricos (irritables), melancólicos (depresivos), sanguíneos (optimistas) y flemáticos (tranquilos). Cada tipo reflejaba un exceso de uno de esos cuatro fluidos corporales. En 1903, Wilhelm Wundt propuso dos categorías, que clasificaban a la gente en dos dimensiones continuas: emocional - no emocional y estable - inestable. En 1933, Carl Jung propuso una tipología basada en dos categorías: introvertidos y extrovertidos. El introvertido tiende a la soledad, se comporta como con timidez y prefiere las actividades solitarias a la interacción social. Ante situaciones estresantes se refugia en sí mismo. El extrovertido es lo opuesto. Prefiere la interacción social y busca ayuda en los demás. Por otro lado, consideran que la gente se diferencia en unas variables continuas, los rasgos. Según esta idea, las personas se diferencian por la cantidad de rasgos diferentes que presentan, siendo una diferencia más cuantitativa que cualitativa.
Las teorías tipológicas se han ido quedando al margen, ya que es insostenible un sistema que clasifique a las personas en grupos claramente definidos. Incluso el género, utilizado antes como ejemplo de tipo, presenta una variación continua que en algunos casos diferencia claramente al hombre de la mujer, mientras que en otros la asignación es arbitraria. De hecho, el propio Jung utilizaba los tipos como etiquetas por conveniencia y creía que las personas tendían hacia uno u otro lado. Actualmente, la mayoría de teóricos disposicionales hablan en términos de rasgos y no de tipos.
Siguiendo este modelo, surge la pregunta de cuáles son los rasgos básicos que componen la personalidad. Existen muchas palabras que describen cualidades de la personalidad humana, pero no todas son igualmente importantes. Sin embargo, entre todas designan una cantidad mucho menor de cualidades subyacentes. Para descubrirlas, los psicólogos utilizan el análisis factorial. Esta técnica se basa en que si dos o más características covarían al ser examinadas en varias personas, es posible que haya un rasgo común tras ellas. De esta manera, se reduce la interminable cantidad de cualidades a una cantidad manejable de rasgos que están tras estas cualidades. Además, la misma técnica muestra cuáles son los más importantes. Sin embargo, presenta un problema, ya que previamente hay que seleccionar los rasgos que se van a analizar, y toda la información que no contengan no va a salir reflejada en los resultados. Sobre este problema, varios psicólogos propusieron de qué forma deben obtenerse los datos para que el análisis factorial sea el adecuado.
La aproximación de Raymond Cattell
Cattell defendía que los investigadores deberían determinar empíricamente los rasgos que subyacen a la conducta humana. Para ello utilizó el llamado criterio léxico. Según este criterio, cuantas más palabras describen un mismo rasgo, más importante es éste. Redujo posibles candidatos hasta quedarse con una lista de 171 rasgos, a los que sometió a análisis factorial. Los factores que resultaron son las dimensiones que él consideró más importantes para describir la personalidad. Además, Cattell proponía una aproximación multivariada, en la que hay que utilizar los datos obtenidos de diferentes métodos, como cuestionarios de autorreporte, calificaciones de observadores y datos conductuales objetivos, para que contrarresten entre sí sus respectivos problemas de observación. Finalmente, Cattell concluyó que la esencia de la personalidad está en 16 rasgos, a los que denominó con nombres inventados para evitar que tuvieran connotaciones previas. Más tarde, cambió los nombres por otros que transmiten sentido psicológico a cada factor. Como rasgos, presentan una dimensión continua en la que los extremos son conceptos opuestos. Los 16 factores que Cattell medía con su test, el 16PF, son:
1. Reservado - Calido
2. Razonamiento concreto - Razonamiento abstracto
3. Reactivo - Emocionalmente estable
4. Deferente - Dominante
5. Formal - Vivaz
6. Oportuno - Consciente de las reglas
7. Tímido - Socialmente atrevido
8. Utilitario - Sensible
9. Confiado - Vigilante
10. Práctico - Imaginativo
11. Franco - Privado
12. Seguro de sí mismo - Aprehensivo
13. Tradicional - Abierto al cambio
14. Orientado al grupo - Confiado en sí mismo
15. Tolerante del desorden - Perfeccionista
16. Relajado - Tenso
El modelo de rasgos de Hans Eysenck
Eysenck defendía que los investigadores deben comenzar la investigación con ideas muy claras de lo que quieren medir, para luego medirlas de la manera más adecuada. Se apoyó en la tipología de Hipócrates y Galeno y en las observaciones de Jung y Wundt. Según él, los cuatro tipos identificados por Hipócrates y Galeno eran el resultado de la combinación de distintos niveles de dos rasgos de orden superior, así que rehizo las observaciones de éstos en una matriz de dos dimensiones. Estos dos rasgos de orden superior son introversión-extraversión y emocionalidad-estabilidad (o neuroticismo). La extroversión se refiere a la tendencia a la sociabilidad, la búsqueda de exitación, la vivacidad, la activación y el dominio, mientras que la estabilidad emocional se refiere a la facilidad y la frecuencia con la que las personas se molestan y se perturban. Niveles altos de mal humor, ansiedad y depresión reflejan inestabilidad emocional.
En la tabla se muestran las diversas combinaciones de estas dos dimensiones, junto al antiguo nombre dado por Hipócrates y Galeno. Como el modelo de Eysenck es de rasgos, estas características son los extremos de una línea continua, por lo que la mayoría de las personas está en un punto medio. Estas dimensiones se miden mediante un instrumento de autorreporte, el Cuestionario de Personalidad de Eysenck (CPE). Utiliza el análisis factorial para comprobar qué reactivos no están bien cargados y para confirmar que las escalas miden los dos factores que pretenden medir. Este modelo, aunque parte de una base distinta a la de Cattell, comparte rasgos de orden superior y factores de segundo orden con su aproximación. Sin embargo, Cattell critica a Eysenck porque los rasgos que usa no cubren el abanico entero de la personalidad. Eysenck, por su parte, no cree que éstos sean los únicos rasgos de la personalidad, pero sí los más importantes dentro de una jerarquía, de manera que comprenden todos los demás rasgos que quedan por debajo y a los que Cattell da excesiva importancia. Además, Eysenck habla de una tercera dimensión, el psicoticismo, que consiste en la predisposición a volverse psicótico y sociópata. Esta dimensión ha recibido menos atención que las otras dos y está menos elaborada. Un alto nivel en psicoticismo indica tendencia a la hostilidad, la manipulación y la impulsividad. Por último, la teoría de Eysenck tiene un aspecto biológico, ya que cree que los tipos se relacionan con aspectos del funcionamiento del sistema nervioso.
Los conceptos populares de Harrison Gough
En 1968, Gough argumentó que hay aspectos de la conducta que son comunes en todas las culturas y que surgen de la interacción social, como por ejemplo la responsabilidad social, la tendencia a preocuparse por el grupo y no sólo por uno mismo. A estos aspectos los llamó conceptos populares. Según Gough, son los aspectos básicos de la personalidad humana, y por lo tanto los aspectos que deben medirse. Para ello creó el Inventario Psicológico de California (CPI), que comprendía diez escalas basadas en estos conceptos populares. Como Eysenck, partió de una base teórica, pero antes de decidir los ítems a medir realizó observaciones sobre las cualidades que compartían las distintas sociedades.
El círculo interpersonal de Jerry Wiggins
Wiggins y sus colegas argumentan que los rasgos que influyen en la calidad de las experiencias interpersonales constituyen los aspectos básicos de la personalidad. Propusieron la idea del círculo interpersonal, un conjunto de ocho patrones interpersonales dispuestos alrededor de dos ejes que representan las dos dimensiones básicas de las relacionas humanas: el dominio o estatus (eje vertical) y el amor (eje horizontal). Las diversas personalidades surgen de la combinación de valores en esas dos dimensiones.
Los cinco grandes
Actualmente, cada vez hay un mayor consenso sobre cuáles son los rasgos básicos.Este modelo tiene en cuenta todo lo anterior y plantea cinco rasgos de orden superior. A lo largo de la última mitad del siglo XX, varios psicólogos se fueron encontrando con problemas a la hora de reproducir las estructuras propuestas por otros psicólogos, y todos lo resolvieron mediante estructuras de cinco rasgos. Esto supuso una primera evidencia de que la mejor explicación la proporcionaba un modelo de cinco factores. A finales de siglo se disparó el interés por esta teoría y se realizaron todo tipo de pruebas. Aunque el modelo funciona muy bien, finalmente se encontraron dos inconvenientes. En primer lugar, es muy difícil dar un nombre a los factores que los represente bien, y por lo tanto existe mucho desacuerdo sobre su interpretación. En segundo lugar, cada factor depende de las pruebas incluidas en el estudio. Si una cualidad de la conducta se deja fuera o no está bien representada en los reactivos, no participará en el rasgo. Por ello, distintos análisis con medidas diferentes pueden llevar a distintas conclusiones sobre el significado de los factores, aunque exista un acuerdo sobre la aparición de más o menos los mismos factores.
Los términos utilizados para referirse a estos cinco factores varían mucho de un autor a otro, y en ocasiones se asemejan bastante. El problema radica en las cualidades que implican los distintos términos. Mientras que unos psicólogos están de acuerdo con unos términos, otros se quejan porque no incluyen ciertas cualidades que deberían incluir. El cuadro recoge las propuestas de diversos autores y finalmente la propuesta de Peabody y Goldberg sobre el área de la vida a la que pertenecen los rasgos.
Versiones nomotética e idiográfica de los rasgos
En 1961, Gordon Allport diferenció dos aproximaciones al concepto de rasgo. Por un lado está la aproximación nomotética, según la cual los rasgos existen y tienen el mismo significado psicológico para todos. Por ello, las personas se diferencian sólo en el grado en que los rasgos están presentes. Por otro lado está la aproximación idiográfica, según la cual algunos rasgos son poseídos por una sola persona, por lo que cada persona es única. Como puede haber tantos rasgos diferentes como individuos que lo posean, es imposible comparar a las personas. En 1988, Baumeister y Tice utilizaron el término metarrasgo para referirse a la cualidad de poseer o no un rasgo. Obtuvieron evidencias de que algunos rasgos son importantes para unos e irrelevantes para otros. En 1993, Britt se encontró con lo mismo y concluyó que la presencia o ausencia de un rasgo es lo que da forma a la personalidad. Aunque actualmente predomina la aproximación nomotética, todos aceptan parte de la otra aproximación en sus teorías.
Situacionismo e interaccionismo
Los rasgos son aspectos estables de la personalidad. Se supone que diferencias en un rasgo deben correlacionarse con diferencias en los comportamientos relacionados con el rasgo. Sin embargo, dicha correlación no se encuentra. En 1968, Walter Mischel utilizó el concepto coeficiente de personalidad para referirse a esta correlación, que generalmente cae muy bajo. Esto puso en duda el concepto de rasgo e incluso el de personalidad.
La primera respuesta a esta baja correlación fue la aproximación situacionista. El situacionismo es una postura crítica de la aproximación de los rasgos según la cual las variables situacionales son más importantes que la personalidad para determinar la conducta. Esta aproximación se identifica con los psicólogos sociales, que remarcan la importancia del ambiente social en la personalidad. En 1983, Funder y Ozer demostraron que esta aproximación era errónea. Correlacionaron las variables situacionales como se había hecho con los rasgos y también encontraron resultados muy bajos, con lo cual el situacionismo no explicaba más que el modelo de rasgos.
La idea se siguió desarrollando y dio lugar al interaccionismo. Esta aproximación argumenta que los rasgos de personalidad y las situaciones interactúan para influir en la conducta. Es decir, una misma situación puede afectar a unas personas pero no a otras, y dentro de las personas afectadas cada undividuo puede reaccionar de una manera diferente. Por otro lado, hay situaciones que permiten que ciertas conductas se muestren y otras que las reprimen.
Trastornos de conducta
Desde esta perspectiva se intentó comprender la psicopatología principalmente mediante una categorización que permitiera encontrar en la conducta de la gente los signos asociados a las diferentes conductas. De esa manera, ciertas posiciones en la dimensión de un rango pueden indicar patología, por ejemplo, en los extremos. El interaccionismo elaboró más estas ideas al mostrar que las diferencias individuales importan en unas situaciones y en otras no. El interés se centró entonces en la susceptibilidad a experimentar un problema. En ese aspecto, las personas se diferencian por la susceptibilidad que tienen a sufrir un determinado problema. A este modelo se le llama de diátesis-estrés, ya que las situaciones en las que la susceptibilidad importa son aquellas en las que el individuo está bajo mucha presión. Por ello, la mejor solución para evitar las psicopatologías es evitar las situaciones que conlleven un estrés importante.
domingo, 9 de mayo de 2010
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gracias, un documeento muy completo
ResponderEliminarExcelente análisis, me parece muy completo, felicidades.
ResponderEliminarexcelente aporte gracias
ResponderEliminarMuy buena síntesis
ResponderEliminarHace falta mucha información reciente.
ResponderEliminar¿Podrías ayudarnos a encontrar esa información?, ya que dentro de cada articulo existe información escasa.
EliminarEs una buena síntesis de un asunto complejo, y para nada resuelto. Sabemos que las personas tienen rasgos estables, sabemos que es necesario agruparlos ante la cantidad que surgen, pero lo que aún no sabemos, es, cuál es la mejor manera de agruparlos.
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